Póngame uno de esos



A final del año pasado sucedió algo insólito. A Fernando Rueda, colombiano de Bucaramanga, algo lo desvelaba: su esposa pensó abrir un negocio y decidió que sería de churros. Luego pusieron un cartel -Churro mio- y al fin, con todo listo, el negocio abrió.

Pero había algo que no les cuadraba a Fernando y su mujer. Fue el cuñado de Fernando quien lo vio.

- Oigan, ahí le falta algo.
- ¿Qué le falta?
- Algo. El acento.
- Es italiano.
- Será italiano, pero no se nota.
- En italiano 'mío' no lleva tilde.
- Pero churro es churro también en español.
- Pero mío es mio, no mío.
- Cierto, aunque también es una marca.
- Una marca en español.
- ¿Y qué hacemos?
- No sé.

De pronto, Fernando recordó algo.
- Espera.

Fernando abrió su casilla de correo y redactó un mensaje. Las dudas de Fernando eran razonables. Hubo un par de correos de intercambio y después varios días sin comunicación.

Y al fin, un día, llegó esto.

Y con ello, esto otro: "Fue mi cuñado quien encontró el error. Al fin hicimos
el cambio y quedamos muy tranquilos. Era italiano, pero aquello no estaba muy claro. Les comparto la foto después del trabajo del publicista."

Hay un particular regusto en las cosas bien hechas. No hace falta explicarlo, basta con que seamos sujetos, no objetos. Igual que Churro mío no es Churro mio, sino Churro mío, y ahora extrañamente, seguro que todo sabe mejor.

Colón de los colonenses

Después de varias semanas, AP tiene material nuevo y en concreto dos fotos verdaderamente épicas. En Argentina, los maestros Fernando Catelotti y Emilce Saffer y la bibliotecaria Elda Brassesco han comenzado una campaña de reparación de daños y perjuicios para su ciudad entrerriana, Colón. Algunos la situaban al final del intestino grueso, pero su ciudad, y doy fe de ello porque los visité hace menos de un mes, queda en el mismo lugar donde la fundó Justo José de Urquiza: a orillas del río Uruguay. En la foto, Fernando y varios alumnos del colegio Narciso Goiburu. Debo una disculpa por la demora y agradecimientos infinitos a los dos ideólogos. Y a la familia Catelotti por su ilimitada hospitalidad.